Reflexión sobre el sistema de control totalitario en Nicaragua.

En Nicaragua, la dictadura Ortega-Murillo no gobierna: controla.

Y no lo hace solo con policías, leyes o cárceles.

Controla con:

  • La desconfianza sembrada entre hermanos,
  • La resignación aprendida,
  • El miedo heredado,
  • Y la censura normalizada.

Un control que atraviesa la cultura, la economía y el espíritu.
Y que se reproduce cada vez que decimos:

“Mejor no me meto.”
“¿Y de qué sirve hablar?”
“Calladito y apartado.”

Control totalitario significa marginación económica y destrucción cultural.

No es casual que en Nicaragua:

  • se cierren universidades, ONGs, radios e iglesias;
  • se distribuyen recursos a cambio de lealtad;
  • se expulse a quien piensa diferente;
  • y se niegue el derecho de regresar a casa.

La dictadura no le teme a los partidos. Teme al pensamiento, a la cultura, y al amor por la verdad.

Porque un pueblo pobre, desinformado y dividido es más fácil de someter. Por eso, el sistema necesita destruir todo lo que nos conecta: el arte, la historia, la cultura, la organización, la espiritualidad.

¿Cómo salimos de esto?

Recuperando la confianza. Volviendo a mirarnos sin miedo. Hablando. Escuchando. Organizándonos.

Haciendo comunidad donde antes había competencia.

El exilio no es solo huida: es también oportunidad. En el exilio también se puede empezar a hacer patria.

Educándonos políticamente. No basta con indignarse: hay que formarse. Entender qué es el poder, cómo se construye, cómo se fiscaliza.

Luchando por la verdad, no solo por la victoria. Cultura, poesía, música, símbolos…Todo lo que nos recuerde quiénes somos más allá de la dictadura.

Usando la tecnología no solo para entretenernos, sino como herramienta de transformación.

Hasta que entendamos que la libertad no es solo un derecho,
sino una responsabilidad compartida.

Hasta que el miedo no nos paralice, sino que lo enfrentemos.
Hasta que la indignación se convierta en estructura.
Hasta que recordemos que la patria no es un partido,
ni una frontera, ni un uniforme:

Es un pacto de dignidad entre quienes no se rinden.

“No vivimos bajo dictadura solo cuando nos arrestan.
Vivimos bajo dictadura cuando dejamos de creer que otra Nicaragua es posible.”

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *